Sobre enamorarse de cosas ordinarias
Una vez alguien me dijo que la vida era muy corta para enamorarse de lo ordinario. Yo pienso que si apreciásemos y nos enamorásemos más a menudo de las cosas cotidianas seríamos un poco más felices.
Hola, ¿sabes?
Hace tiempo que aprendí a simplificar, a elegir lo sencillo y a entender que menos, paradójicamente, casi siempre es más.
Lo aprendí viajando -la de cosas que habré aprendido viajando-.
Al inicio de mis aventuras, pensaba que necesitaba irme lejos, muy lejos, para sorprenderme más, gozarlo más, llenarme más. Y si bien estar en otro país o continente te abre la mente y las pupilas de sobre manera, estos últimos años de viajes cortos y cercanos me han hecho rebosar de luz, color y experiencias.
Hace un tiempo que me he estado moviendo en furgoneta. Una mini-furgo con pocos lujos pero muy bien aprovechada que me permite despertar en montañas, bosques o acantilados.
Normalmente buscamos aparcar y dormir en lugares aislados y solitarios, lo que significa que allá donde estemos no habrá agua, ni servicios, ni luz. Como he dicho al inicio, hace tiempo que aprendí a simplificar, pero sin duda, si no lo hubiera hecho aún, esta nueva etapa habría sido un cursillo acelerado.
Viajar de esta manera me ha recordado -otra vez- lo que necesito y lo que no, me ha dado otra perspectiva de cómo manejo el tiempo, de cómo busco acaparar y hacer más de lo que cabe en un día, y hago y hago, pero el día se acaba y siento que no he hecho nada.
Viajar lento, saborear cada parada y anotar, hasta que aprendamos a notar, esas cosas "triviales" que son las que hacen importantes nuestros días.
Podría trasladar estos aprendizajes a la fotografía:
Simplificar y fotografiar despacio, como cuando usaba cámara con carrete, apreciando y sintiendo lo que tengo delante de mi objetivo.
Una vez alguien me dijo que la vida era muy corta para enamorarse de lo ordinario.
Yo pienso que si apreciásemos y nos enamorásemos más a menudo de las cosas cotidianas seríamos un poco más felices. O al menos a mí, desde que trato de ver lo extraordinario en lo común, me pasa que me enamoro de una luz, de un rincón, de un sabor, de un momento, de una mirada o de un árbol.
Y me siento más viva, y me siento más feliz.
En este último viaje en furgo, improvisamos día a día y vimos e hicimos cosas extraordinarias, para mi al menos:
Fuimos a ver aves, sin muchas expectativas por la época que era y las horas del día... y nos quedamos maravillados al ver flamencos, garzas reales, garcetas, algunos ibis, ánades y fochas comunes.
Nos quedamos hasta última hora y tuvimos un atardecer así:
Descubrí que el romero tiene floración y que saca unas flores pequeñas y azules preciosas, vi un atardecer inolvidable desde la carretera
y amanecí sobre unos acantilados vestidos de otoño de los que nos despedimos rápido porque empezó a llegar mucha gente
Vi las primeras amapolas de esta primavera y un pozo del que, en lugar de agua, salían flores
Cené 3 días seguidos curry de lentejas y me supo cada día más rico
y me asombré de la cantidad de recursos que consumimos, aunque pongamos el foco en ser cuidadosas. Lo que me ha hecho agradecer y apreciar, aún más, lo que la Tierra nos da.
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Un abrazo, te deseo días lentos llenos de cosas ordinarias
Mei
He tenido la oportunidad de re-descubrir España en furgoneta y no dudaría en repetir para volver a tener sensaciones que has descrito en la publicación :)